Bomba: mejorando levemente, con probabilidades de fiasco...
Bomba en la Catarata Gigante (Bomba at the Giant Cataract, 1926)
Autor: John Duffield (a) "Roy Rockwood"
Colección: Robin Hood (serie Bomba nº 3)
Edita: Editorial Acme, Buenos Aires, 1956
No contento con hacer una búsqueda infructuosa en medio de la volcánica Montaña Movediza, Bomba sale esta vez a una nueva búsqueda de quién le diga quienes son sus padres (el leit motiv de toda la primera parte de la serie). Esta vez le toca ir a ver a Sobrinini, una vieja bruja que vive en la Isla de las Serpientes, cerca de las cataratas Gigantes, que es donde está la aldea de Nascanora y sus Cazadores de cabezas. Que siguen empeñados en eliminar a Casson, el viejo mentor de Bomba. Lo bueno del caos es que esta vez, los tipos no se andan con chiquitas: no solo mandan una partida para atrapar a Casson, sino que encima deciden arrasar la aldea de los indios amigos de Bomba y llevárselos para convertirlos en souvenires para turistas.
Así que esta vez Bomba tiene que a) liberar a sus amigos y b) lograr que Sobrinini (que está vieja y tan gagá como Casson) le diga algo de sus orígenes. Todo eso sin contar los usuales encuentros selváticos con fieras variopintas.
Este libro mejora varios puntos respecto a los anteriores, no tanto por la narrativa (a estas alturas el tono de "serial-en-donde-cada-quince-minutos-el-héroe-arriesga-el-pellejo" está claro que será marca de estilo de estas novelas) sino por un par de momentos con bastante atmósfera. Casi todos, por cierto, en la residencia de Sobrinini. La imagen de una vieja chiflada cantando arias de ópera en un mini teatro alumbrado con antorchas, con un adolescente selvático como único público, es un momento realmente mágico. Otro similar es la caminata entre las serpientes que hacen Bomba y Sobrinini, que logra crear una atmósfera digna del mejor pulp tenebroso. Y cuando reconoce Bomba la imagen de su madre en un cuadro, hay alguna emotividad levemente más profunda que la del obvio melodrama.
Desde ya que Bomba sigue siendo el mismo blanquito condescendiente que sigue suspirando por el mundo de los blancos. Lo que sí, al menos esta vez, los indios tienen un poco más de prestancia y son (un poco) menos brutos, estúpidos e insensibles. Bueno, los indios amigos: los cazadores de cabezas siguen siendo igual de malos y slavajes como siempre.
Y claro: Bomba tampoco esta vez puede conseguir mucha información, sino un nuevo nombre: el mestizo Japazy, que vive en
¡exacto, adivinaron!: en un lugar temido por todos los nativos (¿No puede saber sobre los pades de Bomba alguien que viva en un lugar fácil de llegar y que no esté loco y/o sea malvado? Digo, para variar
). Por supuesto eso quedará para otro volumen.
En síntesis, la cosa mejora un poco respecto al tomo anterior. Pero esta busqueda se está haciendo monótona y la sorpresa de a poco se va evaporando de la serie. No es que esté mal , pero ya esto comienza a aburrir un poco...
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